Conocía esa voz, y hasta podría acertar el nombre exacto de su colonia, esa que olía a mar.
'¿Qué pasa? A caso ya no te gusta que te llame así' No podía mirarle, las lágrimas no le dejaban.
-Aquella noche las agujas corrían más rápido que nunca, pero a aquellos dos idiotas poco parecía importarles.
La belleza de ella y las tres copas de más que llevaba él lo hicieron todo más fácil, como un juego de niños. A la mañana siguiente, ella se despertó desnuda mientras, con el brazo buscaba las manos que la noche anterior le hacían tocar e mismísimo cielo.